jueves, 25 de febrero de 2010

La Náusea

La palabra absurdo nace ahora de mi pluma, hace un rato, en el jardín, no la encontré, pero tampoco la buscaba, no tenía necesidad de ella; pensaba sin palabras "en" las cosas, "con" las cosas. El absurdo no era una idea en mi cabeza, ni un soplo de voz, sino aquella larga serpiente muerta a mis pies, aquella serpiente de madera. Serpiente o garra o raíz o garfas de buitre, poco importa. Y sin formular nada claramente, comprendía que había encontrado la clave de la existencia, la clave de mis Náuseas, de mi propia vida. En realidad, todo lo que pude comprobar después se reduce a este absurdo fundamental. Absurdo: una palabra más, me debato con palabras; allá, yo: allá, yo tocaba la cosa. Pero quisiera fijar allí el carácter absoluto de este absurdo. Un gesto, un acontecimiento en el pequeño mundo coloreado de los hombres nunca es absurdo sino relativamente: con respecto a las circunstancias que lo acompañan. Los discursos de un loco, por ejemplo, son absurdos con respecto a la situación en la que se encuentra, pero no con respecto a su delirio.

Sartre, J-P.
PD: Agradezco al compañero P su aportación.

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